martes, 8 de marzo de 2011

Sobre la percepción social y la conservación de los bosques

Aquí os dejamos un artículo de la Fundación Lurgaia, publicado en la Revista Quercus de este mes (Cuaderno 301, Marzo 2011) en la sección Turno de Réplica, desde donde hemos querido exponer nuestra visión sobre la percepción social de los bosques.


Sobre la percepción social
y la conservación de los bosques

En su sección “Una imagen, mil palabras” de la Revista Quercus 295 (septiembre de 2010), y con el título “¿Bosques? Los justos, gracias”, Carlos M. Herrera habla sobre la percepción social de los bosques. Sostiene que los bosques y sucedáneos gozan de una injustificada posición de privilegio en la gestión de la naturaleza en España, por lo que en la región mediterránea no deben fomentarse artificialmente en detrimento de otras formaciones muy ricas en biodiversidad.

Quienes desde la “España verde” percibimos el estado de los bosques atlánticos como muy preocupante e intentamos mejorar esta situación, hemos leído con cierta inquietud algunas de las argumentaciones e interpretaciones del artículo de Herrera. Sobre todo porque podría haber quien extrajera la conclusión de que no es necesario dar prioridad a la mejora de nuestros bosques naturales.

Tal y como sostiene Herrera, las formaciones arboladas gozan de una favorable percepción por la sociedad, de forma que los paisajes en los que los árboles son los principales protagonistas se asocian con medios naturales, con espacios ricos en biodiversidad, con lugares para el esparcimiento. Puede que esta visión positiva se deba también al hecho de que han sido desde siempre escenarios de historias misteriosas, leyendas y cuentos, además de hogar de espíritus y personajes de ficción. Los bosques generan misterio, magia y mitos.


Sea como fuere, lo cierto es que existe una predilección automática por los medios arbolados frente a los ambientes no arbóreos. El problema es la escasa capacidad de discriminación que la mayor parte de la sociedad –incluidos algunos gestores– exhibe a la hora de percibir y valorar estos sistemas. Algo tan evidente como que no todas las superficies arboladas son bosques resulta opaco para el gran público.

Los bosques, entendidos en el sentido más ecológico del término, son mucho más que meras formaciones de árboles. De siempre han constituido, junto con las montañas, la costa y los ríos, los principales sistemas configuradores de nuestro paisaje. Es por ello que conservarlos y recuperarlos supone acercarnos hacia la naturalidad del territorio.

Desgraciadamente, en buena parte de España los bosques se hallan hoy en día muy lejos de esa naturalidad. Sirva como caso ilustrativo el País Vasco y,  particularmente, su vertiente atlántica. La vegetación potencial en esta zona corresponde mayoritariamente a bosques, sobre todo robledales –con mayor o menor grado de mezcla con otras especies arbóreas– y hayedos, estos últimos asentados en terrenos a partir de cierta altitud.

Pues bien, actualmente el 70% de la superficie arbolada de este territorio se halla ocupada por plantaciones forestales, fundamentalmente de pinos y eucaliptos. Los robledales, en cambio, se hallan mínimamente representados (se ha perdido el 95% de su área potencial). 

No resulta posible volver a la extensión y configuración original de nuestros bosques, pero sí sería deseable al menos conseguir una mejor representación de estos sistemas. Para ello, por un lado, se les debería situar realmente entre las prioridades de conservación y gestión de la naturaleza en nuestro país; por otro, deberíamos contribuir a un mejor conocimiento de sus valores, funciones y servicios por parte de la sociedad. Mientras tanto, seguiremos intentando recuperar los bosques autóctonos para devolver a nuestro territorio algo de la naturalidad y la magia perdidas.

  

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